Llegó la hora.
Ya no te queda
oxigeno en los pulmones, la sangre se ha vuelto negra y tu piel se ha teñido
del gris acerado de una alma acabada; es hora de volver, es hora de reiniciar,
soltar el lastre que llevo y volver a la superficie. Es hora de soplar fuerte
con los pulmones y rehacer tu burbuja. Sacar de ella todo lo que pesa, todo lo
que te impide volver a ver las estrellas y volver a salir a flote, volver a ser
tu mismo, sin estar atado a tus escombros, a tus grilletes que te impiden
correr, al collar que te obliga a mirar hacia abajo. He de soltarlo todo y
dejarlo en el mar.
He de dejarte a ti.
No puedo salir arriba contigo de la mano, contigo en mente. No puedes
ayudarme ya mas, no porque cada vez que me dabas un globo, al agarrarlo se
duplicaba en un grillete. He de ir solo ya de aquí en adelante, no puedo
aceptar ya nada más de ti. No niego que nunca me quede un resquicio de duda
sobre lo que fuimos, y podríamos ser, pero ahora necesito ser yo. Un yo
independiente que se libre de todo lo que lo lastra, y por eso he de dejarte en
el mar. He de salir del baúl de los recuerdos, secarme la ropa, las lagrimas y
volver a caminar por la puerta al mundo exterior. Estoy preparado para ello. Ya
no sé como estas tú, ni siquiera si necesitaras de mi alguna vez, pero creo que
sabrás tan bien como yo cuidarte de ti misma (que no es mucho, pero tampoco es
poco.). Yo ya me voy, ya veo la luz, ya se ve la claridad translucida del agua.
Espero que, algún día, podamos reabrir el baúl y reírnos de la arena
que no supo flotar en el mar.